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El primer beso

Recuerdo como quería,
desprender de tu figura
un retoño que sea mío.
Como el árbol, que regala
esa rama que siendo propia,
es -a la vez- tan distinta.

Pero el hijo que quisimos
cuando apenas aprendimos
los secretos de engendrarlos,
no pudo ser –me dijiste-
pues no era suficiente
el amor que me tenías.

Sólo yo era el ardiente,
y se daba cuenta la gente,
que era poco para ti.
Y era tanta mi torpeza
de querer rozar los cuerpos
que lo mío fue lo mío
y lo tuyo de un extraño.

Ni siquiera tuve tiempo
de planear picardías
y a otro, muy pronto a otro,
le cediste el privilegio
de embarazar mis ilusiones.

Después… pasaron los años
y al otro lado de la vida
te vi venir muy alegre
de la mano de un pequeño
que reía contemplando
las delicias de la infancia.
Y aún desde la distancia
lo adiviné presintiendo
que el sujeto de los mimos
era –ya no habían dudas-
el hijo que no tuvimos!!!

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