Miguel Florentin
Elimino tallos

En esto de recordar,
a los amores de antaño,
se forman cada diez años
allá al fondo, en la memoria,
-en la fértil tierra del alma-,
jardines, flores, y también maleza.
Plantas, arbustos, cipreses,
se turnan, y muchas veces,
hay acá, yuyos, abrojos,
y más allá, mucha nobleza.
De ahí que……..
En febril jardinería
He decidido podar,
“El árbol de mi pasado.”
Elimino tallos, corto mil brotes,
mutilando con denuedo,
todo lo que se me oponga.
Le doy forma con buen gusto.
Y hago figuras de vegetal belleza,
y no es tanta –al final- la proeza,
con que lucho para borrar
decenas de historias enteras,
pues abundan por doquier,
raíces silvestres, débiles, rastreras.
Es admiración general entonces,
el primor tomando “forma”.
Los ligustres obedientes,
van quedando sin salientes
y el aroma a clorofila
va inundando ya el ambiente.
Más antes, déjame aclararte:
Que este árbol imaginario
sólo existe en mi memoria.
Cada rama una aventura,
cada tronco, un amor lejano.
Todo corto!...corto todo!
Hasta que choca sorprendida
mi tijera con la rama,
que corresponde a tu recuerdo.
Es tan sólido este tronco
que es imposible cercenarlo.
Tendrá que quedar indemne,
con sus hojas con tanta vida.
Resistente y desafiante,
y con espinas cortantes,
que están a la defensiva
por si una mano invasora
quisiera desalojarlo.
Y entonces queda el jardín,
tan sólo con tu recuerdo.
Es un árbol… solitario,
que exhibe una sola rama,
como un monumento a alguien,
que realmente a mi...me ama.