Miguel Florentin
Hace tanto ya que no te veo
Entonces... tengo que imaginarte.
Utilizo para ello la potencia lúdica
de mi memoria sana.
Me aparto de la gente, me concentro.
Y ahí, sin gran esfuerzo lo consigo.
Tu imagen se recorta en mis pupilas
con punzante nitidez y en mil colores.
Y allá vas, con paso suave,
caminando solitaria por mi muelle.
Tus caderas hacen juego con las olas
y a su mismo ritmo se me muestran generosas.
La otra tarde, por ejemplo,
recostado estaba yo en un viejo roble,
cuando al mirar mucho hacia el arroyo,
creí ver en la traviesa correntada
tu sonrisa alegre, tu cabello al viento.
Y como siempre, que eso me sucede
escarbo y saco de mi lugar secreto,
entre unas hojas secas del otoño,
allá, casi al costado del sendero,
el antiguo libro de poemas,
que alguna vez juntos compusimos,
cuando aún creíamos que verde,
sería siempre el color de la esperanza,
y azul el cielo, testigo del primer beso.